ser libre de uno mismo

En la mentira no se puede ser libre. Vivir en la mentira es vivir en esclavitud, pues para mantener con vida esa mentira, necesitamos construir más mentiras. No podemos ser libres siendo alguien que no somos, pues eso sería ser una mentira, y al ser eso que no somos, tenemos que mantener con vida eso que no somos, tenemos que mantener con vida esa mentira. Lo cual no solo nos somete, sino que también nos consume, nos destruye y nos ciega. 

Ser alguien que no somos es ser esclavo de todo eso que no somos. No hay manera de no ser esclavo de eso que intentamos ser y no somos. Ser una mentira nos obliga a construir una vida llena de mentiras, de mentiras que tenemos que proteger, porque romper una mentira significaría revelar algo que no queremos revelar, sacar a la luz todo eso que nos da miedo mostrarle al mundo.

Cuando no somos nosotros mismos, somos una mentira, y al ser una mentira, vivimos con miedo, y no solo vivimos con miedo, sino desde el miedo. Las decisiones que tomamos en nuestra vida son decisiones desde el miedo y refuerzan ese miedo y esa mentira que estamos siendo, por lo que cada vez se vuelve más difícil salir de esa esclavitud. Al vivir desde el miedo, vivimos en contra de nosotros mismos; hacemos cosas que nos hieren, nos rodeamos de personas que nos dañan y también dañamos a las personas que nos rodean.

Al vivir desde el miedo, vivimos poseyendo a las demás personas y permitiendo que nos posean. Nuestras relaciones se convierten en una prisión, pero no son más que una manifestación de lo que nosotros somos internamente, aunque no nos demos cuenta. Y si nos damos cuenta, solo es de manera parcial. Podríamos notar que las personas nos poseen e intentar liberarnos, pero aunque lo intentemos, no lo lograremos, pues no son ellas quienes nos poseen en su totalidad, sino que ellas nos poseen porque nosotros estamos atados internamente. Nuestra esclavitud nos ata a los demás. Para liberaros de quienes nos atan, debemos liberarnos de nosotros mismos. 

No podemos ser libres de los demás si no somos libres de nosotros mismos, y no podemos ser libres de nosotros mismos si somos alguien que no somos. Esto quiere decir que para poder ser libres de nosotros mismos, debemos ser nosotros mismos, y solo en la medida en que seamos libres de nosotros mismos, seremos libres de los demás. Seremos desde la libertad, desde la libertad que nos hemos dado.

No podemos ser libres siendo una mentira, tenemos que ser una verdad para poder ser libres; ser nuestra verdad, porque podemos intentar ser la verdad de alguien más, y eso también es ser una mentira. Ser uno mismo es ser libre de uno mismo, pues ser uno mismo es ser nuestra verdad. Nuestra verdad no nos esclaviza, nos libera de nosotros mismos. Nuestra verdad nos libera de nuestros miedos. Nuestra verdad hace que dejemos de vivir desde el miedo, y al dejar de vivir desde el miedo, dejamos de vivir en nuestra contra, dejamos de ser esclavos, dejamos de atarnos a los demás y a la vez impedimos que nos aten. Al ser nuestra verdad, ya no somos desde el miedo, somos desde la libertad, y todo lo que hagamos mantendrá con vida esa libertad. 

flu.ir

Muchos le llaman fluir a no hacerse cargo de su vida, a no mover un solo dedo ni hacer nada para que algo pueda suceder, muchos le llaman fluir a sentarse a ver la vida pasar, muchos le llaman fluir a dejar que la vida los haga, pero eso no es fluir, sino más bien, evitar la responsabilidad que tenemos con nosotros mismos. Eso no es fluir, eso es abandonarse. 

Fluir no es no hacer nada, fluir es hacer lo que debemos hacer, y en ese debemos entra la responsabilidad que tenemos con nosotros mismos. Fluir es hacer y en ocasiones, deshacer. Pero tiene que ver con hacer lo que nace de nuestra verdad y con la forma en que lo hacemos. Si hacemos cosas que no nacen de nosotros mismos, sino de nuestros temores, será imposible que fluyamos. 

Fluimos desde nuestra verdad y es así como sabemos que estamos en nuestra verdad: porque fluimos. Y es así como también sabemos que no estamos en nuestra verdad: porque no fluimos. Lo que nace de nuestra esencia, fluye. Lo que nace de nuestros miedos, nos detiene. Esto significa que para poder fluir, lo que debemos hacer, no es buscar fluir como tal, sino buscar la verdad de nuestro ser y desde esa verdad fluiremos. 

Tal vez no estamos fluyendo porque estamos fuera de nosotros mismos, estamos en un lugar que no es el lugar que somos. La imposibilidad de fluir nos muestra que estamos en un sitio que no debemos estar y que debemos buscar nuestro sitio.  Intentando ser alguien más, intentando vivir una vida que no es nuestra, es imposible fluir. Vivimos estancados, dando vueltas en el mismo sitio, volviéndonos locos. 

Cuando estamos en nuestra verdad, todo lo que hacemos surge de esa verdad y la forma en que lo hacemos es la forma en que somos, es por eso que la forma en que hacemos las cosas no puede impedirnos fluir, porque cuando lo que hacemos es producto de lo que somos, lo que hacemos no va a ir en contra de lo que somos. En cambio, si no estamos en nuestra verdad, todo lo que hacemos surge de una mentira y la forma en que hacemos las cosas nos impide fluir, lo que hacemos va en contra de nosotros porque no nace de nosotros.

Fluir no es abandonarse y dejar que la vida haga de nosotros lo que quiera, porque lo más probable es que haga algo que nosotros no queremos. Fluir es saber identificar las cosas que debemos hacer, lo que podemos cambiar y también lo que no debemos hacer ni podemos cambiar, para no insistir en algo inútil y destruirnos, pero eso solo es posible al estar en nosotros mismos. Fluir no es sentarse a esperar que la vida pase. Fluir es ir hacia nosotros mismos, para poder ir a donde debemos. 

ausencia de amor

La ausencia de amor se ve reflejada en nuestras actitudes, no solo en cómo nos sentimos y la forma en que nos vemos. La ausencia de amor nos lleva a actuar de determinada manera, y muchas veces sin darnos cuenta. La ausencia de amor se convierte en acciones en nuestra contra y en contra de quienes nos rodean. Nunca una ausencia de amor nos hará actuar a nuestro favor. Y es a través de nuestras acciones que se evidencia si realmente nos amamos o no.

Cuando no nos amamos a nosotros mismos, todas nuestras acciones refuerzan esa ausencia de amor propio, es decir, todo lo que hacemos nos hace amarnos menos. Cuando no nos amamos, lo que hacemos nos impide amarnos. Amplificamos esa ausencia de amor propio a través de nuestras acciones.

Cuando no nos amamos, vamos a lugares que no son para nosotros, y en los cuales no nos sentimos cómodos. Vamos porque creemos que ir a esos lugares nos dará algo, nos hará ser alguien; pero el hecho mismo de ir a esos lugares hace que terminemos sintiéndonos peor, es decir, vamos a un lugar movidos por una ausencia de amor, y al ir a ese lugar, nos amamos menos, ampliamos nuestra ausencia de amor. Nuestras acciones refuerzan nuestra ausencia de amor propio. 

Al no amarnos, nos rodeamos de personas que no hacen más que impedir que nos amemos. Al no amarnos, hacemos cosas que nos impiden amarnos, que nos alejan del amor. Nuestras acciones se convierten en colaboradoras de nuestra ausencia de amor, nosotros mismos incrementamos esa ausencia de amor.

No hay persona que se ame a sí misma y que haga cosas que le impidan amarse, no es coherente. El amor nos lleva al amor. La presencia de amor nos lleva a actuar de tal forma que lo que hagamos amplifique y proteja ese amor. La ausencia de amor nos lleva a la ausencia. Cuando no nos amamos, actuamos a favor de esa ausencia, y a favor de esa ausencia significa en contra de nosotros.  

Actuamos en contra de nosotros cuando no nos amamos. Si analizamos nuestras acciones y las consecuencias que tenemos por ellas, podemos darnos cuenta de que esas mismas acciones nos hacen amarnos menos, nos hieren, nos hacen vernos de peor forma. Vivimos arrepintiéndonos por lo que hacemos, culpándonos por lo que hacemos, sufriendo lo que hacemos. Fortalecemos nuestra ausencia de amor propio a través de nuestras acciones. Pero no podemos cambiar nuestras acciones sin cambiar lo que somos. Nuestras acciones son la consecuencia de lo que somos.

Es hasta que nos amamos que nuestras acciones se vuelven a nuestro favor. Nuestras acciones se convierten en consecuencia de ese amor. Cuando nos amamos, todo lo que hacemos refuerza ese amor. Cuando nos amamos, lo que hacemos nos hace amarnos mejor.

lo que no pasa también pesa

Pareciera que solo tenemos que enfrentar lo que viene y luchar con eso, aprender a vivir con lo que viene y superar lo que sucedió. Pero la realidad es que también tenemos que enfrentar lo que no viene, tenemos que luchar con lo que no vino y aprender a vivir con lo que nunca fue. Y a veces es más difícil superar lo que no vino que lo que vino, es más difícil aprender a vivir con lo que no fue. 

No importa que las cosas no hayan sido, dentro de nosotros sí fueron, y que hayan sido dentro de nosotros es lo que nos destroza. El mundo externo e interno no funcionan de la misma manera, uno puede morir por cosas que nunca vivieron. No podemos decir que las cosas que no sucedieron no nos afectaron, pues es justamente el hecho de que no hayan sucedido lo que nos afecta. Y eso tiene que ver con la forma en que buscábamos, deseábamos y esperábamos lo que no sucedió.

Las cosas que no suceden también duelen, las cosas que no suceden también nos hieren, las cosas que no suceden también tenemos que superarlas. No solo necesitamos curarnos de lo que sucedió, también necesitamos curarnos de lo que no sucedió, y suele ser más difícil curarnos de esas cosas, pues no tenemos una existencia con la cual justificar la herida. Pero la inexistencia también hiere.

La forma en que esperamos que las cosas sucedan es la que hace que luego, cuando no suceden, se vuelva casi imposible superarlas. Muchas veces buscamos las cosas aferrándonos antes de tenerlas, nos aferramos a la idea de esas cosas, y tenemos miedo a perderlas incluso antes de tenerlas. Eso tiene que ver con la forma en que nos relacionamos con las cosas y con nosotros mismos. Cuando dependemos de las cosas, las buscamos y esperamos de esa misma forma, eso provoca que, al no suceder, nos volvamos locos y las suframos de peor forma que las cosas que suceden, porque sentimos que nos las arrancan de nosotros, cuando ni siquiera han estado con nosotros.

Cuando nos aferramos, no solo nos aferramos a lo que existe y nos rodea, también nos aferramos a la idea de esas cosas y la idea que tenemos de esas cosas puede ser producto de nuestro miedo. No solo nos aferramos a lo que existe, nos aferramos a lo que no existe, a lo que hemos creado de ellas en nuestro interior.  

A todos nos duele lo que no sucede, pero cuanto más nos aferramos, más nos duele y más difícil se nos hace superarlo. Si no aprendemos a vivir con lo que no sucede, haremos que muchas cosas que podrían suceder, no sucedan. Seremos un tropiezo para nosotros mismos. Para aprender a vivir con las cosas que no suceden, necesitamos ver la forma en que estamos viviendo con nosotros mismos, pues de eso surge todo.

Puede que nos sigan doliendo las cosas que no suceden, porque todos las abrazamos internamente antes de poder abrazarlas, aunque cada uno de distinta manera, pero la forma en que enfrentemos eso que no sucede nos hará caminar o nos hará caer. Y esa forma de enfrentarlo no está en lo que no sucede, sino en lo que somos

la cura es ser diferentes

Muchas veces intentamos curar nuestras heridas, intentamos de todas las formas posibles, enloquecemos tratando de curarlas y no vemos que lo logremos. Vemos incluso que nuestras heridas crecen y es posible que así sea. Pero muchas veces, casi siempre, el obstáculo para curar nuestras heridas no está en lo que hacemos o no hacemos, sino en lo que somos.

En ocasiones buscamos la cura en lo que nos hirió, en los mismos lugares y personas, y eso no hace más que alejarnos de la cura y provocarnos más heridas. Cuando hemos sido heridos, ya sea por otros o por nosotros mismos, curarnos ya no se trata de quién nos hizo el daño, sino de lo que nosotros nos hacemos, y más todavía, de lo que nosotros somos con nosotros mismos. 

Curarnos, aunque tenga que ver mucho lo que hacemos, se trata de lo que somos y de lo que somos en el presente, no en el pasado ni en el futuro. No podemos curarnos de una herida en el presente siendo algo que ya no somos. No podemos curarnos siendo lo que nos hirió, no podemos curarnos siendo lo que fuimos. Es necesario ser distintos, ser de acuerdo a lo que necesitamos. Si seguimos siendo lo que nos hirió, nunca podremos curarnos. Si seguimos siendo lo que fuimos, seremos nuestro obstáculo para curarnos. No importa cuánto hagamos, si seguimos siendo lo que éramos, eso mismo destruirá todo lo que hagamos. 

Lo que somos destruye lo que hacemos, es por eso que se vuelve imposible curarnos. Entonces, la cura para nuestras heridas está en lo que somos. Toda acción, por muy buena que sea, si no nace de lo que somos, termina cayéndose y volviéndose en nuestra contra. De lo que somos se sostiene lo que hacemos. No podemos curarnos haciendo muchas cosas buenas si nosotros no somos buenos con nosotros mismos. 

No podemos curarnos siendo lo que nos hirió, la cura es ser diferentes. Solamente al ser diferentes, le cerramos las puertas a lo que sucedió y abrimos las puertas a algo nuevo. Cuando somos diferentes, nuestras acciones serán producto de lo que seamos y no solo de nuestro deseo de curarnos. Cuando seamos diferentes, nuestras acciones estarán a la altura de lo que seamos y podremos curarnos. Ya no seremos un obstáculo, abriremos un camino hacia nuestra cura.

amar a quien no se ama a sí mismo

Amar a una persona que no se ama a sí misma parece fácil, hasta que la amamos. Al intentar amarla, independientemente de la dificultad de amar, se vuelve algo imposible, se convierte en algo en nuestra contra. Antes de amar a una persona que no se ama a sí misma parece que nuestro amor podrá con todo, que nuestro amor hará que esa persona sea mejor para sí misma, pero es solo cuando la amamos que nos damos cuenta de que nuestro amor,  por mucho que sea, no bastará. 

Cuando intentamos amar a una persona que no se ama a sí misma, tratamos de llenar un vacío en ella que no es nuestra responsabilidad, y al intentar llenar ese vacío, peleamos con nosotros mismos, pues por mucho que demos o hagamos, no logramos llenarlo. Entonces, amarla se vuelve en contra de nosotros, hace que nosotros terminemos haciéndonos daño y hasta odiándonos. Podemos llegar a pensar que nosotros no somos suficientes, pero es tan solo porque estamos tratando de reemplazar su ausencia de amor propio con nuestro amor. Algo imposible.

Cuando amamos a una persona que no se ama a sí misma, vivimos convenciéndola de que es valiosa, de que es importante, de que vale la pena, de que es digna de ser amada, de que es hermosa, de que hay algo bueno en ella; porque esa misma persona vive creyendo y expresando lo contrario de sí misma. Eso se vuelve agotador, porque es un trabajo casi inútil, ya que es muy difícil hacerle creer a una persona que es algo que esa persona no cree de sí. Cuando intentamos amar a una persona que no se ama a sí misma, dejamos de ser con esa persona y tratamos de ser para esa persona, tratamos de ser todo eso que ella no puede ser para sí y dejamos de ser para nosotros. 

Las personas que no se aman a sí mismas no son capaces de recibir el amor que les damos y tienden a utilizar ese amor que les damos para culparnos de que no las amamos, para exigirnos más, para hacernos sentir que nuestro amor es insuficiente. Solo una persona que se ama a sí misma es capaz de recibir amor y de amplificarlo. Solo el amor reconoce al amor. 

Ningún amor hará que una persona se ame a sí misma si esa persona no se ama a sí misma. No importa cuánto hagamos, demos y seamos con esa persona, no podemos saciarla de un alimento que solo ella puede darse a sí. Todo el amor que le demos a una persona que no se ama a sí misma, no le bastará, siempre necesitará más, pero su necesidad no es de nuestro amor, sino de su propio amor. 

Amar a una persona que no se ama a sí misma puede hacer que nosotros nos dejemos de amar, pero si nosotros nos amamos, lo más seguro es que no amemos a una persona que no se ama a sí misma.

Amar a una persona que no se ama a sí misma te costará tu amor propio. Amar a una persona que se ama a sí misma aumentará tu amor propio. 

dar porque somos

Cuando damos porque somos, dar nos llena. Cuando damos para ser, dar nos vacía. Mucho de lo que damos no lo damos porque queremos darlo, sino porque queremos ser y creemos que dar algo, nos permitirá ser. Buscamos ser a través de lo que damos, pero la realidad es que solo podemos dar porque somos.

Cuando damos para ser, damos incluso lo que no tenemos, lo que no somos, y darlo se convierte en una lucha con nosotros mismos. Al dar para ser, no damos algo de forma verdadera, porque no viene de nuestra verdad, sino de nuestra necesidad de nosotros mismos. Eso hace que, con tal de darlo, nos hagamos daño, pues actuamos desde una necesidad y no desde una facultad. Somos víctimas de nuestra necesidad de ser, pero ni siquiera nosotros nos damos cuenta de que lo somos y de que estamos dando para ser. 

Dar para ser es dar porque no somos, damos desde un vacío. Podemos saber si estamos dando para ser por la forma en que nos sentimos cuando damos. Si cuando damos, sentimos que nos vaciamos, estamos dando para ser; si cuando damos, sentimos que no es suficiente o que nosotros no somos suficientes, estamos dando para ser; si cuando damos, sentimos que estamos perdiendo, estamos dando para ser; si cuando damos, sentimos que no es valioso lo que damos, estamos dando para ser; si cuando damos, nos sentimos mal con nosotros mismos, estamos dando para ser; si cuando damos, sentimos que los demás lo van a despreciar, estamos dando para ser; si cuando damos, no podemos sentirnos satisfechos, estamos dando para ser. 

Dar para ser nos impide ser, dar porque somos nos permite dar algo mejor. Solo podemos dar lo que somos, es por eso que necesitamos ser para poder dar algo verdadero, algo que nazca de nuestra esencia.  Solamente cuando damos porque somos, dar nos llena. Mientras no seamos, necesitaremos ser y esa necesidad se manifestará en muchas áreas y de muchas formas; una de las formas en que se manifiesta es a través de lo que damos y muchas veces ni siquiera somos conscientes de eso.

Podemos saber si estamos dando porque somos por la forma en que nos sentimos al dar. Si dar nos llena, estamos dando porque somos; si dar nos hace sentir que somos suficientes, estamos dando porque somos; si dar nos hace vernos mejor a nosotros mismos, estamos dando porque somos; si dar nos hace sentirnos mejor, estamos dando porque somos. Dar no nos hará daño cuando demos porque somos, cuando demos desde nuestra esencia, como una consecuencia de nuestro ser y no como una necesidad de ser.

nuestro camino

A menudo buscamos lo que es para nosotros, tratamos de encontrar nuestro camino, nos sentimos perdidos y creemos que los caminos por los que caminamos no son nuestros.  Vivimos creyendo que tal vez no encontraremos nuestro camino y pasaremos el resto de nuestra vida simplemente dando vueltas, sin llegar a ningún lugar. Tal vez no se trata del camino, sino de nosotros mismos. 

Caminar en caminos que no son nuestros nos agota, nos frustra, nos hace sentir que estamos desperdiciando nuestra vida. Caminar en caminos que no son nuestros nos hace sentirnos lejos de nosotros mismos. Caminar en caminos que no son nuestros nos hace perdernos de vista. Caminar en caminos que no son nuestros nos hace ser alguien que no somos. Caminar en caminos que no son nuestros nos lleva a lugares que no son para nosotros.

Tal vez no se trata de encontrar nuestro camino, sino de encontrarnos a nosotros mismos. Cuando caminamos en caminos que no son nuestros, es porque estamos caminando desde algo que no somos. Caminamos en caminos que no son nuestros cuando estamos lejos de nosotros mismos. Buscamos incansablemente nuestro camino sin siquiera habernos encontrado y es por eso que la búsqueda y los caminos que encontramos, nos vuelven locos. Buscamos un camino para ir con un ser que no es nuestro, que todavía no hemos descubierto. Buscamos un camino para alguien que no sabemos quién es. Y tal vez esa necesidad de encontrar nuestro camino sea, en realidad, una necesidad de encontrarnos a nosotros mismos.

No hay caminos propios fuera de nosotros mismos. Fuera de nosotros mismos solamente podemos encontrar caminos que no son nuestros. Si realmente queremos encontrar nuestro camino, no debemos mirar hacia afuera, sino hacia dentro. Nuestro camino surge de lo que somos y mientras no seamos, no hay camino. Al encontrarnos a nosotros mismos, surge nuestro camino; pues al encontrarnos, no hay manera de salirnos de nosotros, y a cualquier lugar que vamos, vamos desde lo profundo de nuestro ser. No caminamos hacia lo que sabemos que no es nuestro y lo sabemos porque ya sabemos lo que somos.

Nuestro camino brota de lo que somos, lo que somos no brota del camino. No podemos encontrar nuestro camino sin habernos encontrado a nosotros mismos. 

Yo no elegí
ningún camino,
yo me elegí a mí,
y así nació
un nuevo camino.


zab g. andrade

decimos que nos amamos

Entre decir que nos amamos y amarnos de verdad, suele haber una distancia que no hace más que impedir que nos amemos, pues cuando las palabras están a la altura de nuestra verdad, ni siquiera hacen falta; nuestras acciones demuestran la verdad. Pero también nuestras acciones demuestran la ausencia de esa verdad y la ausencia de ese amor que decimos que nos tenemos.

Decimos que nos amamos, pero cuando cometemos un error, vivimos en ese error hasta marchitarnos, nos cuesta salir de él y sobre todo, se nos hace imposible perdonarnos. Decimos que nos amamos, pero vivimos juzgándonos. Decimos que nos amamos, pero todas nuestras palabras hacia nosotros son de desprecio y hasta de odio. Decimos que nos amamos, pero nos quedamos en donde nos hacen daño por miedo a irnos. Decimos que nos amamos, pero nos tratamos como si no valiésemos nada para nosotros. Decimos que nos amamos, pero cuando alguien dice que no somos nadie, le creemos. Decimos que nos amamos, pero nos conformamos con cosas que sabemos que no están a la altura de nuestra alma. Decimos que nos amamos, pero vivimos odiando a los demás. Decimos que nos amamos, pero nuestras inseguridades dicen lo contrario. Decimos que nos amamos, pero nos aferramos a lo que nos hiere. Decimos que nos amamos, pero hacemos cosas que sabemos que nos destruirán. Decimos que nos amamos, pero no podemos estar a solas. Decimos que nos amamos, pero nunca tenemos tiempo para nosotros. Decimos que nos amamos, pero no respetamos lo que somos. Decimos que nos amamos, pero volvemos a los lugares que nos hicieron odiarnos a nosotros mismos. Decimos que nos amamos, pero no creemos en nosotros. Decimos que nos amamos, pero creemos que somos lo que cualquier persona dice que somos. Decimos que nos amamos, pero hacemos cosas que no queremos hacer, las hacemos tan solo por no perder a esas personas por las que las hacemos. Decimos que nos amamos, pero le damos el poder de nuestra vida a cualquiera. Decimos que nos amamos, pero nos traicionamos a nosotros mismos. Decimos que nos amamos, pero vivimos comparándonos con los demás. Decimos que nos amamos, pero morimos por la aceptación de los demás. Decimos que nos amamos, pero no somos más que miedo. Decimos que nos amamos, pero no podemos vivir sin controlar a los demás. Decimos que nos amamos, pero permitimos que los otros jueguen con nosotros. Decimos que nos amamos, pero no podemos perdonar. Decimos que nos amamos, pero no nos aceptamos. Decimos que nos amamos, pero nos rodeamos de personas que no nos valoran. Decimos que nos amamos, pero tal vez no sea así.

Decimos que nos amamos, pero no sabemos lo que es el amor, ni siquiera sabemos lo que somos. Es imposible amarnos así. Es una forma superficial de amarnos, que no es amor en realidad. El verdadero amor surge de lo que somos, de nuestra verdad, de nuestra esencia, y no puede surgir si nosotros no nos hemos adentrado en ella. Tal vez sea porque decir que nos amamos está de moda, pero decir que nos amamos no hará que nos amemos y eso lo sabemos cuando temblamos. El amor propio no es una moda, es una necesidad, es una profunda necesidad. 

Cuando realmente nos amemos, no hará falta decirlo, nuestro ser despedirá amor. El amor se revelará en cada acción de nuestro ser, nadie dudará de que nos amamos, nosotros mismos no dudaremos de que nos amamos. El amor se manifiesta en lo que somos y hacemos. El amor coincide con nuestras palabras y pensamientos. Todo lo que sale de nosotros lleva una chispa si dentro de nosotros hay fuego. 

aceptar las cosas como son

Nuestra necesidad de cambiar las cosas hace que las cosas nos cambien. No todo podemos cambiar y debemos aprender a vivir con lo que no podemos cambiar, para que esas cosas que no podemos cambiar, no hagan de nosotros algo que no somos. Mientras no aceptamos las cosas como son, sufrimos más. Aceptar las cosas como son nos libera y da lugar a lo que puede ser.

Aceptar las cosas como son no es conformarse, no es negarse la búsqueda de algo mejor, simplemente es aprender a vivir con lo que hay, sin hacernos daño por lo que no hay, sin destruirnos por lo que nosotros queremos que suceda y que no ha sucedido o por lo que no sucedió. 

Cuando no aceptamos las cosas como son, esas cosas tienen el control sobre nosotros. Cuando no aceptamos las cosas como son, nosotros mismos no podemos ser. Cuando no aceptamos las cosas como son, vivimos fuera de nosotros, todo nuestro ser es ocupado por esas cosas que no aceptamos.

Cuando no aceptamos las cosas como son, carecemos de paz, vivimos en una constante lucha con nosotros mismos, con nuestra mente, con nuestras emociones y con nuestras decisiones, y por lo general, al no aceptar las cosas como son, tomamos decisiones desde eso que no aceptamos y terminamos en circunstancias que nos hacen más daño. No aceptar las cosas como son nos lleva destruirnos.

Al aceptar las cosas como son, le quitamos poder sobre nosotros a esas cosas. No vivimos desde ellas, sino que vivimos con ellas. Al aceptar las cosas como son, podemos ser nosotros mismos. Al aceptar las cosas como son, no decidimos desde lo que no aceptamos, decidimos desde lo que somos. Al aceptar las cosas como son, tenemos paz. 

No podemos aceptar las cosas como son si vivimos rechazándonos como somos. Cuando nos aceptamos a nosotros mismos, aceptamos las cosas como son. Para aceptar las cosas como son, es necesario ser como somos. Cuando somos nosotros mismos y aceptamos lo que somos, no luchamos por cambiar lo que no podemos cambiar, no morimos por las cosas que no han venido o no vinieron. Ser nosotros mismos nos lleva a aceptar las cosas como son. Cuando no aceptamos las cosas como son, es porque no estamos siendo lo que somos, no estamos viviendo nuestra vida.