Llega un punto en nuestra vida en el que, por muy optimistas, fuertes y valientes que seamos, ya no se trata de luchar, de insistir, de continuar, sino que se trata de rendirse, de dejarlo todo, sin importar cúanto hayamos caminado, pues continuar puede implicar alejarnos de nosotros mismos y alejarnos de nosotros es alejarnos de todo lo que es para nosotros. Rendirse es una opción y a veces una necesidad que, por miedo o por necedad, solemos no hacerlo.
Comúnmente creemos que rendirse es para débiles, para personas que no luchan, que no son valientes, que no aman lo suficiente, pero esa no es la realidad. La realidad es que en rendirse hay sabiduría, hay fuerza, hay valentía, y a veces se necesita más valentía para rendirse que para continuar. Hay personas que continúan en algo, no porque sean valientes, sino por miedo, tienen miedo a separarse de las cosas en las que han permanecido por mucho tiempo y no se imaginan una vida sin esas cosas, aunque nunca hayan obtenido nada de esas cosas o hayan obtenido algo en un tiempo y ahora ya no.
Hay muchas cosas en las cuales insistimos y que tal vez en algún momento fueron buenas para nosotros y no nos hacían daño, pero puede ser que ahora ya no lo sean y no nos permitan ser nosotros mismos o nos produzcan cierta infelicidad, y no porque esas cosas se hayan convertido en malas, sino porque cambiamos, no somos las mismas personas y eso puede significar ya no coincidir con algunas cosas, entonces, es momento de dejarlas.
Saber reconocer cuando las cosas ya han caducado en nosotros, cuando las cosas ya no están a nuestro favor, sino que están en nuestra contra y nos hacen daño, es muy importante, pues nos ayuda movernos y a permanecer en nosotros y proteger lo que somos. Muchas veces sabemos que las cosas en las cuales insistimos ya no nos hacen bien, pero no las abandonamos, y eso nos muestra que estamos aferrados a esas cosas, que más que amar esas cosas, estamos atados.
Cuando continuar nos impide ser, es momento de abandonar. Cuando luchar es pelear contra nosotros, es momento de rendirnos. Cuando las cosas en las cuales insistimos y que en algún tiempo nos regalaban alegría, paz, amor, pero que ahora nos regalan lo contrario, como tristeza, cansancio, intranquilidad, es momento de dejarlas. Cuando las cosas en las que permanecemos nos alejan de nosotros, es momento de deshacernos de ellas. Cuando continuar es irnos de nosotros mismos, rendirnos es volver a nosotros.
No necesariamente tienen que ser cosas malas o cosas que nos produzcan heridas evidentes para irnos de ellas, hay cosas buenas que también debemos dejar, porque muchas veces la forma en que nos estamos relacionando con esas cosas ya no es la mejor y eso puede afectar la relación que tenemos con nosotros mismos.
Rendirse no es fracasar cuando continuar es dejar de ser, rendirse es vencer. No siempre nos rendimos porque seamos débiles, porque no hayamos amado lo suficiente, porque no seamos valientes o fuertes, muchas veces es justamente por esas mismas razones que nos rendimos. Nos rendimos porque somos sabios, porque somos fuertes, porque amamos, porque somos valientes. Nos rendimos para salvarnos. No rendirnos, sabiendo que debemos hacerlo, es la única debilidad.
Hay cosas que debemos terminar, para que ellas no terminen con nosotros.
Tan duro y valiente como saber que rendirse, a pesar de reencontrarse con uno mismo y con el dolor, es elegir ese dolor para preservarse uno mismo, e incluso a su «vencedor».
Nos habilita dejar ese «punto en nuestra vida en el que, por muy optimistas, fuertes y valientes que seamos», descubriendo que a veces el amor, se presenta en distintas formas, y rendirse se convierte, en redimirse de uno mismo aquello que anhelo y no existió, lo enfrenta a uno con la realidad de que proyecto aquello que no existió. Dando tiempo de procesar y hacer un duelo que a veces a pesar del dolor, sigue siendo la opción con más amor.
Me gustaMe gusta
Amo leerte, pones en letras mi sentir. Gracias
Me gustaMe gusta