Podemos dedicar toda nuestra vida a hacer lo que los demás quieren, a complacerlos, a vivir para ellos, y aun así, siempre llagará un punto en el que podemos ser rechazados por estas mismas personas, por lo que vivir para ellas y despreciar nuestra vida es inútil, no quita el hecho de que podamos ser rechazados, y muchas veces somos rechazados justamente por eso, por vivir para ellos, por hacer todo lo que ellos quieren. Nada de lo que hagamos para ser aceptados evitará que nos rechacen.
Nuestro miedo al rechazo surge de un rechazo hacia nosotros mismos, y no del rechazo de los demás hacia nosotros. El rechazo de los demás puede afectarnos, pero no significa nada si no hay un rechazo de nuestra parte hacia nosotros; en cambio, cuando nosotros nos rechazamos y los demás también lo hacen, esa coincidencia externa con la interna puede ser fatal y nos puede llevar a vivir una vida que no es nuestra.
El rechazo existe, no lo podemos negar, pero ese rechazo no siempre se da por las razones que nosotros creemos o que nuestro miedo al rechazo nos hace creer. Pues cuando tenemos miedo al rechazo, todo rechazo lo amplificamos en nuestra contra y atribuimos ese rechazo a lo que somos, a lo que no tenemos, a nuestros defectos; unimos ese rechazo con todo eso que nosotros odiamos de nosotros mismos y eso hace que nos odiemos más, que nos rechacemos más, pues creemos que el mundo nos rechaza por las mismas razones que nosotros nos rechazamos.
Cuando vivimos con miedo al rechazo, nuestro miedo nos hace creer que el mundo nos rechaza por eso mismo que nosotros rechazamos de nuestro ser, creemos que esas cosas malas que nosotros vemos en nosotros son las que otros ven y las que hacen que nos rechacen. Pero la realidad es que el mundo nos rechaza por razones distintas a las que nosotros lo hacemos, porque para rechazarnos por las mismas razones, el mundo tendría que conocernos y tomar esas cosas de la forma en que nosotros las tomamos, lo cual es muy difícil.
El mundo no nos rechaza por las mismas razones que nosotros nos rechazamos. El rechazo de los demás no significa una desvalorización de nuestro ser, pues la aceptación de los demás tampoco significa una valoración de nuestro ser. Los demás nos rechazan o aceptan más allá del valor que tenemos, por lo que el rechazo no le resta valor a lo que somos, así como la aceptación no aumenta el valor a lo que somos. Lo que somos tiene el mismo valor, ya sea que lo rechacen o lo acepten.
No dejamos de ser nosotros porque nos rechacen, no somos más porque nos acepten. Pero nuestro miedo al rechazo nos hace medir el valor de nuestro ser a través de la aceptación de los demás, y creemos que cuanto más nos aceptan, más valor tenemos. Pero no es así. Más bien, la ausencia de valor que le damos a nuestro ser es la que nos hace buscar ese valor en otros.
Tenemos miedo al rechazo porque nos rechazamos. Nuestro miedo al rechazo nos está diciendo que nos estamos rechazando y muchas veces no nos damos cuenta, simplemente vivimos con ese miedo. Si nos aceptáramos a nosotros mismos, no tendríamos miedo al rechazo ajeno, no mediríamos nuestro valor por el rechazo o aceptación de los demás, pues nosotros valoraríamos lo que somos y sabríamos que nuestro valor no está en los demás.
Para aceptarnos a nosotros mismos, debemos conocernos a nosotros mismos, no puede haber aceptación sin conocimiento. La aceptación es una evidencia de que nos conocemos. Si nos conocemos, nos aceptamos y nos valoramos. Solo al aceptarnos dejamos de ver el rechazo de los demás como una amenaza a lo que somos. Cuando nos aceptamos, vemos el rechazo de los demás como una manifestación de la particularidad de nuestro ser y no como una desvalorización de nuestro ser. Cuando nos aceptamos, dejamos de hacernos daño con el rechazo de los demás, y a través de eso podemos saber si nos hemos aceptado o vivimos en el autorechazo, por la forma en que tomamos el rechazo de los demás. Si nos hacemos daño con el rechazo, todavía vivimos en él.
Gracias, que maravilla ❤
Me gustaMe gusta