Muchas de las cosas que hacemos, y que nos dan placer, no las hacemos por el deseo de obtener ese placer, sino que las hacemos para huir de nuestras heridas y de nuestro dolor, aunque no seamos conscientes de eso, pero podemos saberlo por la frecuencia con que las hacemos. La dependencia hacia esas cosas que nos dan placer no hace más que evidenciar que no las buscamos solo por placer, las buscamos por algo más, las buscamos para huir de nosotros mismos, pero al huir de nosotros mismos a través de esas cosas y crear una dependencia hacia ellas, hace que las heridas de las que huimos se vuelvan peores, pues tenemos una herida y una dependencia.
Confundimos el placer con la cura, simplemente porque en los momentos de placer no sentimos dolor, pero no es que no lo sintamos, es solo que nos distraemos. El placer no nos quita el dolor, el placer no nos cura, el placer solo nos distrae. Eso no significa que buscar las cosas que nos dan placer sea malo o esas cosas lo sean, es la forma en que nos relacionamos con esas cosas y la razón, aunque inconsciente, por la que las buscamos. Ya que la razón es huir de nosotros y no solo buscar placer. En la razón está la verdad.
No existe forma de curarnos distrayéndonos de nosotros mismos. No existe forma de curarnos distrayéndonos de nuestras heridas. Por mucho que huyamos de nuestras heridas y busquemos refugios en todas partes, no lograremos huir de ellas. Cuando huimos, no hacemos más que darle el poder sobre nosotros a esas heridas. Nuestras heridas tienen más poder sobre nosotros cuando huimos.
Ninguna distracción nos cura. Aunque creamos que nos estamos curando a través de distracciones, por el simple hecho de no sentir dolor en ellas, no es verdad, no nos estamos curando; nos estamos haciendo más daño sin darnos cuenta. Porque luego tendremos que buscar la forma de escapar de eso que utilizamos para escapar de nuestras heridas y será peor.
Nuestras heridas no se curan huyendo de ellas, sino enfrentándolas, y es la única forma. Enfrentar nuestras heridas puede ser doloroso, pero es un dolor que cura; mientras que la distracción es un placer que nos hiere más. Fuera de nosotros mismos solo podemos hacernos daño a nosotros mismos. La cura no está en huir, sino en quedarse. Cuando enfrentamos nuestras heridas, le quitamos el poder sobre nosotros. Enfrentar una herida es liberarse de ella.
Tus palabras realmente me inspiran. Soy fan de todo lo que escribes
Me gustaMe gusta