Carecer de autodominio es dejar que las cosas nos lleven y nos conviertan en algo que, por lo general, nos destruye. El autodominio nos permite actuar a favor de lo que somos, pero no podemos actuar a favor de lo que somos si ni siquiera sabemos lo que somos.
Cuando no tenemos dominio sobre nosotros mismos, cualquier cosa tiene dominio sobre nosotros; y si cualquier cosa tiene dominio sobre nosotros, somos víctimas de las cosas y no solo de las cosas, sino también somos víctimas de nosotros mismos. Al no tener dominio sobre nosotros, somos lo que las cosas hacen de nosotros.
Generalmente, cuando no tenemos control sobre nosotros, intentamos controlar todas las cosas y esa necesidad de controlar las cosas se vuelve en nuestra contra. Cuanto más dominio tenemos sobre nosotros, menos intentamos dominar lo que nos rodea; nos liberamos de la necesidad de controlar todo y eso produce paz.
Intentar dominar algo que no conocemos es destruir eso que intentamos dominar, o destruirnos a nosotros en el proceso. Desde la ignorancia no podemos dominar nada, es necesario adquirir cierto conocimiento sobre las cosas, para tener dominio sobre ellas. Cuando tenemos conocimiento sobre algo, sabemos cómo relacionarnos con eso, cómo comportarnos, cómo tratarlo, y sabemos cómo eso se relaciona y se comporta con nosotros.
No podemos tener dominio sobre lo que no conocemos. Si queremos tener dominio sobre nosotros, es necesario que nos conozcamos. Solo en la medida en que nos conozcamos, vamos a dominar nuestro ser. Es imposible actuar a favor de lo que somos si no conocemos lo que somos.
Dominarse a uno mismo es vencer, pues cuando tenemos autodominio, no hay nada que tenga dominio sobre nosotros. El autodominio no es una prisión, es libertad; es la libertad de vivir desde lo que realmente somos y no desde las cosas que nos rodean y nos suceden.
Quien se controla a sí mismo, no necesita controlar nada más.