Cuando algo se rompe, ambas partes quedan heridas y es necesario sanarlas, pues si no se sanan, esas heridas provocan más heridas y dañan lo que no deberían dañar. A menos que uno no haya amado, se podría decir que uno no sale herido, pero la verdad es que de los lugares que uno sale más herido es justamente de esos en los que hubo de todo, pero no amor.
Las heridas que no sanamos condicionan nuestra vida, aunque no nos demos cuenta. Si observas tu miedo a la hora de amar o de volver a iniciar una relación, sabrías que ese miedo proviene de una herida que ignoraste tan solo porque te dejó de doler. Cuando no sanamos una herida, nos hieren cosas que no deberían herirnos. Cuando no sanamos una herida, se infecta y provoca peores heridas.
Nadie es libre estando herido, nadie tiene paz estando herido; una herida nos absorbe y nos somete. Muchas veces esa herida se manifiesta a través de la incapacidad que una persona tiene para estar en soledad después de una relación. Algunas personas van de relación en relación, no porque les gusten y lo disfruten, sino porque han encontrado en eso una forma de ignorar y maquillar heridas que ni ellos saben que llevan.
Cuando algo se rompe, toma tiempo curar esa ruptura, limpiar la herida, y la mayor parte de ese tiempo es un trabajo solitario, incluso si alguien nos acompaña en ese proceso. Sanar es un trabajo a solas. Cuando algo se rompe, hay que curarlo para volver a volar.
WOW ✨
Me gustaMe gusta