¿Nos aferramos porque amamos eso a lo que nos aferramos o porque tenemos miedo a perderlo? Muchos creemos que nos aferramos porque amamos eso a lo que nos aferramos y lo amamos con una intensidad que nos sobrepasa, pero no es esa la realidad, la realidad es que nos aferramos porque tenemos miedo a perderlo, porque según nosotros, sin eso a lo que nos aferramos, no somos nada.
Es muy común que, cuando hablamos de aferrarnos, hablemos de amor, porque solemos relacionar y hasta confundir ambas, pero las dos son totalmente distintas, porque amar significa ser libre y aferrarse no tiene nada de libertad. Amar es entregarse sin soltarse de uno mismo, aferrarse es entregarse atándose a lo que se ama, o a lo que se cree amar; porque no se puede amar estando atado a lo que se ama, ya que eso es ser esclavo de lo que se ama.
¿Nos aferramos porque estamos viviendo nuestra vida o porque estamos viviendo nuestra vida a través de las cosas a las que nos aferramos? Si estuviésemos viviendo nuestra vida, no nos aferraríamos, viviríamos en libertad, viviríamos en paz; porque no dependeríamos de las cosas para ser, sino que seríamos por nosotros mismos. Nos aferramos porque vivimos nuestra vida a través de las cosas a las que nos aferramos, toda nuestra identidad ha sido puesta en las cosas, dependemos de ellas para ser, pensamos que sin ellas no somos. Esto quiere decir que nos aferramos cuando carecemos de una identidad y creamos una identidad falsa a través de las cosas que nos proporcionan cierto placer o sentimiento de bienestar. Hay una ausencia que nos hace aferrarnos, es una ausencia de nosotros mismos.
Nos aferramos porque estamos intentando ser y esa necesidad de ser nos lleva a cosas que nos dan la sensación de que somos y nos atamos a ellas a causa de esa sensación, pero no son las cosas en sí las que hacen que nos aferremos a ellas, sino nuestra necesidad de ser, nuestro miedo a no ser. Las cosas a las que nos aferramos no son responsables de que nos aferremos a ellas, ya sean cosas buenas o malas, porque uno puede aferrarse tanto a cosas buenas como a malas y cualquiera de las dos a las que nos aferremos, nos destruye; no porque ellas nos destruyan, sino porque nos aferramos, en aferrarnos está el problema y cuando nos aferramos nos destruimos con lo malo como con lo bueno.
Aferrarnos nos ciega, porque nuestro miedo a perderlo nos hace enfocarnos totalmente en no perderlo, todo lo que hacemos tiene que ver con no perder eso a lo que nos aferramos y entonces dejamos de ver eso a lo que nos aferramos y dejamos de vernos a nosotros mismos, solo vemos la forma de atarlo, la forma de tenerlo con nosotros y al ver solo eso, no nos importa si nos destruimos con tal de conseguirlo.
Cuando nos damos lo que somos, no necesitamos de nada más para ser y entonces nos entregamos de forma distinta, no nos entregamos para ser, sino porque somos. Toda entrega que nace, no de la necesidad de ser, sino de la capacidad de ser, es una entrega libre, plena y es un fluir de lo que somos.