Todos queremos olvidar algo, una experiencia, una persona, una herida. Buscamos olvidar lo que no nos agrada, lo que nos avergüenza, lo que odiamos, lo que nos destruye. Queremos deshacernos de ese recuerdo que nos duele, de esa experiencia que nos destroza.
Comúnmente asociamos el dolor con el recuerdo y por eso buscamos olvidar, porque creemos que al olvidar nos va a dejar de doler. Buscamos que nos deje de doler a través del olvido, pero la realidad es que el dolor y el recuerdo son cosas distintas. El hecho de que olvidemos algo, no hará que nos deje de doler, aunque puede ser, y el hecho de que recordemos algo, no hará que nos duela, aunque a veces sí. Buscamos olvidar para que no nos duela, pero lo que en realidad queremos no es olvidar, sino que nos deje de doler. Queremos limpiarnos del dolor, porque si no nos doliera, no buscaríamos olvidarlo.
Cuando intentamos olvidar, toda nuestra atención se centra en lo que intentamos olvidar y eso hace que nuestra mente vuelva a crear imágenes de lo que queremos olvidar, incluso nuestra mente es capaz de crear lo que queremos olvidar en situaciones que nunca vivimos, en nuevos escenarios. Cuando intentamos olvidar, es cuando más pensamos en lo que queremos olvidar, lo cual hace imposible el olvido. Lo que queremos olvidar se apodera de nosotros, invade nuestra mente, nuestros sentimientos, nuestras decisiones; toda nuestra vida. Cuando intentamos olvidar, lo que hacemos, en realidad, es memorizar más lo que vivimos, lo acercamos más a nosotros, lo revivimos; hacemos que lo que vivimos nos siga doliendo, afectando y estancando.
Si haces un listado de las cosas que siempre quisiste olvidar, puedes darte cuenta de que nunca las olvidaste, siguen los recuerdos dentro de ti, simplemente ya no te duelen, ya no te afectan. Están los recuerdos en ti, pero tú ya no estás en ellos. Entonces, ¿qué sucedió?, simple: los superaste, aprendiste a vivir con ellos, te curaste. Esto revela que no se trata de olvidar, se trata de sanar, de aprender a vivir con los recuerdos sin hacernos daño.
No podemos olvidar, aunque queramos y luchemos con todo nuestro ser por olvidar. De lo terrible de la memoria, solo podemos defendernos sanando nuestras heridas. Sanar es la única forma de ganarle a la memoria y muchas veces no sanamos porque estamos intentando olvidar.
Amo lo que inspiras
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