¿soy digno de ser amado?

Solemos creer que nuestras heridas reducen nuestro valor, que lo que hemos vivido nos hace incapaces de recibir amor, que nuestras circunstancias hacen que no seamos dignos de ser amados, que nuestros errores nos alejan de la posibilidad de ser amados. Solemos creer que nuestros miedos, nuestras luchas internas y nuestras inseguridades nos vuelven insuficientes para el amor. Creemos que lo que somos, por todo lo que sentimos y vivimos, no está a la altura del amor. Pero esa creencia no proviene de lo que somos, sino de lo que sentimos, de nuestras heridas, de nuestras circunstancias. No es una creencia limpia, es una creencia corrompida. Es una creencia creada justamente por lo que estamos viviendo y no por nuestra verdad.

Al creer que no somos dignos de ser amados, nos conformamos con cualquier amor que venga, sin importar cómo nos ame. Aceptamos que nos amen de forma destructiva. Y es paradójico, porque creyendo que no somos dignos de ser amados, buscamos amor, pues el hecho de no creernos dignos de ser amados no elimina nuestra necesidad de amor. Y buscamos, aunque inconscientemente, un amor que esté a la altura de lo que sentimos por nosotros, a la altura de nuestras heridas, y no a la altura de lo que somos. Esto nos lleva a estar con personas que nos hacen daño, y en muchas ocasiones hasta llegamos a pensar que merecemos ese daño, porque como no creemos merecer ser amados, creemos que el aparente amor que nos dan justifica ese daño. Es decir, toleramos el daño de quien dice amarnos, creyendo merecerlo, porque no creemos merecer amor.

Cuando creemos que por lo que estamos viviendo, por nuestras heridas y por lo que sentimos no somos dignos de ser amados, también creemos que para que alguien nos ame debemos ser lo contrario a eso que estamos siendo, viviendo y sintiendo, lo cual nos puede llevar a vivir una mentira, a crear una persona, según nosotros, digna de ser amada, pero aunque esa persona que creamos logre ser amada, ese amor nunca llegará a nosotros, pues no somos nosotros, ese amor se queda fuera. Eso nos hace sentir insuficientes, porque nos damos cuenta de que no podemos ser eso que nosotros creemos digno de ser amado.

Cuando creemos que no somos dignos de ser amados, no somos nosotros los que estamos creyéndolo, son nuestras heridas en nosotros, es nuestro miedo, son nuestras circunstancias. Por lo que creer que no somos dignos de ser amados es creer algo en nuestra contra, pues no es nuestra verdad manifestada en nuestra creencia, son nuestras circunstancias manifestadas en nuestra creencia. Si fuera una creencia producto de nuestra verdad, no nos llevaría a conformarnos con cualquier clase de amor, no nos haría sentir que no valemos lo suficiente; sería todo lo contrario.

Ninguna de nuestras heridas reduce nuestro valor, ninguna de nuestras heridas nos vuelve menos, ninguna de nuestras heridas nos vuelve insuficientes, ninguna de nuestras heridas nos vuelve incapaces de recibir amor. Nada de lo que estamos viviendo o sintiendo hace que no seamos dignos de ser amados. Todos somos dignos de ser amados, independientemente de cómo nos sintamos, de nuestras heridas o de lo que estamos viviendo. Todos somos dignos de ser amados porque no dejamos de ser nosotros por lo que estamos viviendo. Lo que somos no cambia por las heridas que llevamos. Nuestros errores no nos vuelven menos.

Debemos creer más allá de lo que estamos viviendo y sintiendo, más allá de nuestras circunstancias, necesitamos creer desde nuestra verdad y no desde lo que nos sucede, porque es la única forma para que, en medio de las circunstancias, podamos recibir amor, y no destruirnos y cerrarle las puertas al amor. No hay nada que nos convierta en seres no dignos de ser amados, pero si nosotros, por nuestras circunstancias, creemos que no somos dignos de ser amados, lo más probable es que desechemos el amor que otros intenten darnos.

Que seamos dignos de ser amados, independientemente de nuestras circunstancias, tampoco significa que debemos quedarnos tal y como estamos, sin curar nuestras heridas, sin cambiar lo que somos. Somos dignos de ser amados, pero no debemos utilizar eso como justificación para herir, con nuestras heridas, a quienes nos aman y para abusar de su amor por nosotros. Que seamos dignos de ser amados y que nos amen no excluye el hecho de que necesitamos cambiar.

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