¿lo soportas desde tu fuerza o desde tu debilidad?

Muchas veces soportamos algo, creyendo que somos fuertes al soportarlo, pero no nos damos cuenta de que eso que soportamos es inútil y es algo que nos destruye;  entonces, ya no es soportar, sino someterse. Ya no soportamos algo desde nuestra fuerza, sino desde nuestra debilidad.

Hay una diferencia entre soportar algo desde nuestra fuerza y soportar algo desde nuestra debilidad, y aunque empleemos fuerza en soportar algo desde nuestra debilidad, no es una fuerza sabia, porque no proviene de nuestra capacidad, sino de nuestra incapacidad.

Cuando soportamos algo desde nuestra fuerza, sabemos hasta qué punto debemos soportarlo y en qué punto debemos abandonarlo, así también sabemos que lo soportamos con un propósito y lo que soportamos nos trae algún beneficio. En cambio, cuando soportamos algo desde nuestra debilidad, no sabemos hasta qué punto soportarlo y en qué punto abandonarlo, y la mayoría de las veces, tampoco sabemos por qué lo soportamos. 

Al soportar algo desde nuestra debilidad, nos sometemos a lo que soportamos. No podemos abandonarlo, no sabemos cómo irnos, y vivimos creyendo que mientras más soportamos, más fuertes somos. Vivimos creyendo que si nos vamos, somos débiles. Cuando soportamos algo desde nuestra debilidad, por lo general, lo que soportamos no nos trae ningún beneficio, nos destruye.

Soportar desde nuestra debilidad nos hace soportar más de lo que debemos, no en el sentido en que tenemos una mayor capacidad para soportar, sino en el sentido en que abusamos de nosotros mismos, nos quedamos más tiempo del que deberíamos, nos hacemos mucho daño. 

Si observamos lo que soportamos y la forma en que lo hacemos, podemos saber desde dónde lo soportamos. Si lo que soportamos nos destruye, nos hace perdernos, nos ciega y nosotros permanecemos soportándolo, lo más probable es que no lo estamos soportando desde nuestra fuerza, sino desde nuestra debilidad.

Soportamos algo desde nuestra debilidad cuando no nos respetamos, cuando no nos valoramos, y no lo hacemos porque no conocemos lo que somos. Si nos conociéramos, sabríamos hasta qué momento deberíamos soportar algo. 

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